Releyendo la hermosa novela Orgullo y Prejuicio de Jane Austen (1813), me puse a pensar si aún estamos en el siglo XIX o ya estamos en el XXI. Las ideas revolucionarias de Lizzie sobre el matrimonio por amor y no por interés, y el papel que una mujer debería de tener en su libertad para decidir lo que desea hacer con su vida frente a la sociedad, me han traído a la mente los acontecimientos de los últimos meses en nuestra comunidad latina que ha emigrado a Nueva Zelanda.
¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar por un minuto acerca del poder de nuestras palabras, ya sean escritas o habladas? ¿Y de todo lo que comentamos? Muchas veces es muy fácil juzgar y emitir juicios de valor sobre las personas sin siquiera conocerlas. Nos alzamos con la bandera de enfrentarnos a la injusticia y tratar de ayudar a las personas que han sufrido de la misma forma, pero a la vez, debemos preguntarnos, ¿cuánto sabemos acerca del tema que supuestamente estamos defendiendo?
¿Será cien por ciento cierto todo aquello que las personas afectadas cuentan? Si solo conocemos una parte de la versión de los hechos, ¿podemos emitir un juicio de valor al respecto y asegurar que las cosas sucedieron de esa manera? ¿Cómo somos capaces de juzgar a otras personas por lo que hacen cuando a menudo hacemos lo mismo o incluso cosas peores, con la obvia diferencia que nadie lo sabe? Pero aceptamos salir con personas por dinero, tenemos muchas aplicaciones de citas en nuestros celulares y estamos en un compromiso o en una relación formal. Mentimos a otras personas solamente para obtener lo que queremos y nos gusta victimizarnos ante situaciones donde sabemos que el 50% es nuestra responsabilidad.
¿Estamos seguras de que ese tipo de actitudes, donde juzgamos el trabajo de otras mujeres, cuando sabemos que una chica con una visa Work Holiday trabaja en efectivo y queremos quemarla en la hoguera, ¿Y aun así pretendemos que las personas confíen en nosotras? ¡¡¡Really?!!! No pretendo juzgar a nadie con estas preguntas, porque soy tan imperfecta como todas y cometo errores a montones. Pero ante todo lo que está pasando en nuestra comunidad, debemos detener a nuestro ímpetu, y mirarnos a nosotras mismas y lo que estamos haciendo.
He visto a personas llorar de impotencia, he presenciado la injusticia con mis propios ojos. He visto personas frustradas por no poder alzar su voz por miedo. He visto personas decir qué diablos se creen esas chicas para juzgarme si ni siquiera me conocen. He visto las sonrisas de muchas de ellas porque el ingreso que tienen por su trabajo les ha ayudado a enviar dinero a una madre enferma o aun hijo que necesita comer en su país de origen. También he visto a personas hacer maldades, aflorando su lado más miserable en nombre de la supuesta amistad, o mejor dicho, en el nombre del chisme. Seamos sinceras, muchas veces decimos que no nos gusta el chisme, pero qué bien lo saboreamos y disfrutamos hasta satisfacer nuestro lado más “dark”. Nos entrometemos en la vida íntima y familiar de algunas personas, ¿y luego pretendemos que no pasó nada? Decimos ser coach de vida, curar el aura y las energías, ser seres de luz, ser buenas personas o buenas amigas, y al final somos peores que Judas cuando traicionó a Jesús.
Bueno, después de hacer un mea culpa y mirarnos a nosotras mismas y lo imperfectas que somos, pongámonos las manos a la obra, pero con amor. Sin juzgar, sin darle más espacio al morbo o a la hipocresía, sin señalar, ¡carajo, por favor! Con esas actitudes no crecemos como comunidad, no ayudamos a las personas que realmente necesitan nuestra ayuda, por el contrario, las alejamos y las hacemos invisibles. Dejemos de manchar la honra de las personas, porque todas las personas tienen honra en lo que sean que hagan con su vida. Porque crean o no, al final, aquí en esta tierra es el cielo y el infierno de cada una.
Hagamos que nuestra voz se sienta con propuestas coherentes, dándoles espacio a las chicas que quieran solicitar ayuda desde un punto anónimo e íntimo. Salir de la oscuridad nunca es fácil y enfrentar los problemas o las situaciones que nos pasan nunca es sencillo, y mucho menos si ellas sienten que todas las juzgan y las acusan. Creemos mecanismos con el apoyo de todas las mujeres fabulosas y profesionales que tenemos en nuestra comunidad para poder ayudarnos entre todas. Quizás algunas dirán: “¿Pero si ya contamos con todo eso ahora?” Y sí, es verdad, pero tener otras opciones de comunicación no está de más.
Y volviendo al inicio de nuestra historia, luchar contra lo que la sociedad estipula siempre ha sido parte de nuestra historia como mujeres. Eso nos ha hecho fuertes como comunidad y nos ha permitido cambiar el rumbo de nuestras vidas en muchos casos. No permitamos que entre nosotras mismas nos metamos cizaña. En vez de eso, seamos quienes den la mano a la otra, sin juzgar, porque no conocemos toda la historia o porque no estuvimos ahí y no podemos decir que es cierto. Personalmente, no meto las manos al fuego por nadie. Dejemos el chisme barato y dejemos de juzgar a otras mujeres, ya hemos tenido suficiente en esta telenovela.
Cambiemos nuestro chip y nuestro corazón, porque al final de nuestros días, eso es lo único que nos llevaremos a nuestra tumba.
Por: Tessa (Autora anónima)
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